Alejandra Sepúlveda sobre Rutas Arrieras: “Activar la relación entre rutas cargadas de saberes y las comunidades genera un vínculo de pertenencia”

2 de septiembre de 2025 | Entrevista, Noticias

  • La directora ejecutiva de Fundación Madrugada, habla sobre el proyecto “Rutas Arrieras”, en el que saberes ancestrales se unen a la tecnología para preservar senderos, memorias e identidad de una comunidad cordillerana.
  • El proyecto, que cuenta con financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, es finalista en el Premio UIAA Lenovo de Protección de las Montañas 2025, el mayor reconocimiento de montañismo a nivel mundial.

Entre las regiones del Ñuble y Biobío, el Corredor Biológico Huemules de Niblinto – Laguna Laja se extiende como una ruta ancestral para arrieros de la zona. Generaciones tras generaciones de familias que habitan el territorio, se han dedicado a guiar al ganado hacia la veranada por senderos que, hasta ahora, se han mantenido ajenos a mapas.

El desplazamiento estacional de rebaños y pastores, conocido como trashumancia, por estas rutas cordilleranas y ancestrales, aporta diversos beneficios no sólo a la comunidad arriera de la zona, sino que también al propio ganado y a la biodiversidad. Sin embargo, una serie de factores, que van desde el cambio climático a la migración del campo a la ciudad y sus efectos en el recambio generacional, están amenazando la preservación de los senderos y subsistencia de las comunidades.

Hace cuatro años, Fundación Madrugada – que, a través, del diseño y la construcción de redes busca rescatar prácticas patrimoniales– puso su atención sobre este tema. Desde la investigación en terreno, con el apoyo de arrieros y familias campesinas que aún transitan el corredor cordillerano, crearon el proyecto “Rutas Arrieras”, a través del cual se busca resguardar y activar los senderos en riesgo de desaparecer.

El proyecto cuenta con el financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a través de su Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC), lo que ha permitido abordar este trabajo desde una perspectiva territorial, comunitaria y transdisciplinar, integrando metodologías de diseño situado, tecnologías accesibles y un enfoque educativo.

Memoria, territorio y tecnología

En «Rutas Arrieras», voces y relatos de la comunidad, así como sus prácticas y la visión sensible respecto al territorio y el paisajes, son esenciales. La iniciativa integra saberes ancestrales con el uso de tecnología y otras prácticas contemporáneas, para crear un sistema de rutas arrieras geolocalizadas.

“Se plantea una cartografía colaborativa construida con las comunidades trashumantes, que reconozca y preserve sus formas de vida, de conocimiento, de convivencia y de relación con el entorno natural y social; expandiendo los sentidos del senderismo y trekking a otros universos presentes en el recorrido por la montaña”, describe el sitio web de la fundación.

El proyecto, además, contempla la distribución gratuita de mapas y materiales pedagógicos en escuelas rurales, municipios y clubes de montaña, como una manera de fomentar y fortalecer la transmisión intergeneracional de conocimientos ligados al territorio cordillerano, y con ello, preservar la memoria e identidad de las comunidades. Esto, según explican desde la fundación, ha sido clave para posicionar el proyecto como un modelo replicable de activación patrimonial y educación ambiental en territorios de montaña.

“Rutas Arrieras”, de hecho, es finalista del Premio UIAA Lenovo de Protección de las Montañas 2025, una de las distinciones internacionales más relevantes para iniciativas que articulan conservación, comunidades y deportes de montaña.

«Esta nominación es un reconocimiento profundo al trabajo realizado junto a comunidades arrieras en la cordillera del Biobío y Ñuble”, dice Alejandra Sepúlveda, directora ejecutiva de Fundación Madrugada. “Más que un logro individual, lo entendemos como una visibilización internacional de la importancia de resguardar rutas, saberes y prácticas que forman parte de un patrimonio vivo en riesgo”, agrega.

Sepúlveda, diseñadora de profesión, cuenta que la nominación, además, les ha significado ingresar a un circuito internacional que “estudia, vive y cuida la montaña”, y con el cual tendrán la oportunidad de compartir a mediados de septiembre en Austria, cuando se realices la Conferencia Internacional de Montaña, IMC 2025, la cual vincula investigación, deporte y comunidades.

Para Sepúlveda, el interés que ha generado el proyecto a nivel mundial “confirma” que los esfuerzos de investigación, cuidado territorial y activación comunitaria que han sostenido durante años, dialogan con preocupaciones globales sobre sostenibilidad, montaña y futuro. “Es también una motivación para seguir articulando redes y proyectar este trabajo hacia nuevas escalas”, dice.

¿Cómo nació el proyecto Rutas Arrieras?

El proyecto surge como una consecuencia de un proceso investigativo de cuatro años en la zona del Corredor biológico Huemules de Niblinto – Laguna Laja, en relación a los artefactos arrieros y sus tecnologías materiales; en ese contexto me fui dando cuenta que era imposible separar materia de territorio, y que los aperos viven en relación a las rutas que siguen los arrieros hacia las veranadas cada noviembre.

Por otro lado, la fragmentación entre prácticas contemporáneas como el montañismo y los saberes tradicionales nos hizo pensar que era un vínculo lógico unir ambos conocimientos para generar un proyecto que reflejara esta interdependencia. En ese sentido, nuestra iniciativa no aparece como una idea aislada, sino como un camino espontáneo de reconocer la continuidad entre paisajes, objetos y prácticas.

-¿Por qué es tan relevante resguardar las rutas de arrieros como las que presentan en este proyecto?

Porque constituyen un patrimonio vivo donde se entrelazan prácticas culturales, conocimientos ecológicos y modos de habitar la montaña transmitidos por generaciones. Estas rutas no son sólo caminos físicos, sino corredores bioculturales que sostienen vínculos entre comunidades, animales, territorios y paisajes. Resguardarlas significa reconocer la memoria de quienes las han transitado y asegurar la continuidad de saberes que hoy dialogan con nuevas prácticas contemporáneas.

¿Qué factores inciden en el riesgo de su desaparición?

Son varios. El más visible es la falta de recambio generacional, pero también el bajo reconocimiento institucional para permitir el libre tránsito por ciertos tramos de rutas donde debe circular arrieros y animales – hoy lo hacen en camiones. Por ejemplo, en España se reconocen las vías pecuarias y estas se cierran cada inicio de verano por un lapso de tiempo para que los pastores circulen libremente con sus rebaños.

También el cambio climático ha ido modificando el paisaje, la disponilidad de agua y pasturas de altura para permanecer en veranadas o la amenaza de incendios, (como pasó este verano en la zona alta de Coihueco).

-Desde el punto de vista de un proyecto, ¿cómo la transdisciplinariedad y la integración de comunidades y territorio en su diseño y desarrollo han aportado en la búsqueda de soluciones a la problemática central?

La comunidad ha sido clave en estos años: tanto arrieros como el medio circundante de agentes privados e instituciones públicas. Sin ellos, sería muy complejo ejecutar esta idea, porque se necesitan permisos, conocimientos, confianzas… y esos solo se tejen cuando existe apertura a incluir diversidad de pensamientos y aportes.

Como diseñadora, creo que mi aporte está en el desarrollo metodológico, lo que facilita el diálogo y la articulación. Pero este trabajo no sería posible sin un equipo transdisciplinar que apoya desde distintas perspectivas, ampliando la mirada sobre lo que significa resguardar las rutas arrieras.

Activar la relación entre rutas cargadas de saberes y las comunidades cercanas a la montaña genera un vínculo de pertenencia en ambos sentidos: las comunidades reconocen y valoran su legado, mientras que el territorio se mantiene vivo gracias a quienes lo transitan y cuidan. Este enfoque territorial permite comprender que las problemáticas —como el riesgo de desaparición de las rutas— no se resuelven desde un solo campo de acción, sino desde la confluencia de múltiples saberes, experiencias y compromisos.

-¿Qué ha sido lo más complejo y lo más satisfactorio en los casi cinco años de Rutas Arrieras?

Lo más complejo ha sido en el plano emocional: encontrarse con un escenario en constante transformación, donde muchos arrieros toman conciencia de que su práctica está en riesgo. También fue un desafío generar las confianzas iniciales —que luego se transformaron en amistad— y adaptar metodologías técnicas a un lenguaje capaz de nivelar distintas formas de comprender el mundo. Ha sido un aprendizaje constante, en un caminar sostenido y desde vínculos horizontales.

Lo más satisfactorio ha sido el aprendizaje que surge del conversar con personas que habitan desde otro tiempo. Ese conocimiento no está en los libros: compartir un mate, escuchar historias, mirar a los ojos a quienes resguardan una trayectoria unida a la naturaleza revitaliza profundamente el trabajo.

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