Francisco Ortega: «Lo que más he aprendido es que no quiero parar»
21 de diciembre de 2020 | Experiencias
Conversamos con el escritor, periodista y guionista Francisco Ortega sobre su carrera, su inspiración e infancia, su inicio en la literatura, cuáles fueron sus referentes, cómo ve el sector editorial y la proyección de las Economías Creativas.
Naciste en Victoria, una la provincia de Malleco en la Región de la Araucanía, ¿cómo fue tu niñez relacionada con los libros?
Tuve suerte porque mi papá y mis abuelos, maternos y paternos, siempre fueron muy lectores, entonces habían muchos libros en mi casa siempre. Todos esos libros de editorial Zig-Zag amarillos: Grandes Aventuras, Robin Hood, La Isla del tesoro de Julio Verne, estaban todas las selecciones de los Reader’s Digest.Mi abuelo tenía libros chilenos, cuentos de Óscar Castro, las novelas históricas de Magdalena Petit, pero también tenía best-sellers, compraba esos libros de editorial Vergara que había en esa época, como el Triángulo de las Bermudas y Huracán Cinco. Como yo era lector compulsivo, los pescabas y los leía a los ocho años, eran unas novelas comerciales que tenían unas escenas de sexo súper heavy. Yo todo lo que aprendí de la vida fue gracias a esas novelas, mi educación sexual es el libro Huracán Cinco. Bueno a mi papá además siempre le gustó el cómic, entonces en mi casa había cómics que eran de guerra, también de vaqueros y la revista Mampato. Estaban todas las revistas Mampato, de hecho yo aprendí a leer con ella. A pesar de haber estado en el sur, en medio de la nada, cuando había solo una canal de televisión, y no llegaban películas, lo que había en mi casa eran libros, había muchos libros, muchas revistas, ese fue mi escape, porque además yo no era deportista, nunca lo he sido, pero andaba en bicicleta, tenía amigos, era malo para jugar a la pelota, pero era el dueño de la pelota, por lo tanto, por eso jugaba. Pero a mí lo que me gustaba era leer, era lo que mí me hizo estallar la cabeza y tuve la suerte de que en mi casa había libros y libros de todo tipo, desde novelas hasta libros de animales, atlas, libros de máquinas, así como Los autos del mundo, Los aviones del mundo, Los trenes del mundo. Tenía solo un libro de dinosaurios y a ese le llegué a sacar las páginas de tanto ojearlo.
Después estudiaste Periodismo ¿cuándo crees que empezó tu lado creativo?
Me fui a estudiar primero a Temuco, estudié dos años ahí en la UFRO y después me vine a Santiago. Pero empecé a escribir mucho antes, comencé a los ocho o nueve años, por culpa de las teleseries mexicanas. Iba al colegio a la Escuela D-209 en la mañana, y en Victoria había solo un canal de televisión, que era el Canal 7. Entonces, daban dibujos animados solo en la mañana, yo no podía ver dibujos animados cuando llegaba de clases. Ahí estaba la señora Tina, que, como mis papás trabajaban, era la señora que nos cuidaba y nos tenía almuerzo a mí y a mi hermana, entonces yo almorzaba viendo teleseries mexicanas. Y en las teleseries mexicanas siempre había algo que me perturbaba heavy, siempre había un personaje que perdía la memoria y yo tenía pánico a perder la memoria, pero pánico. Le decía a mi mamá, ¿cómo puedo evitar perder la memoria? y mi mamá, que obviamente no tenía idea cómo responder, una vez le preguntó a un amigo de ella, un doctor, si me podía tranquilizar por mi pánico a perder la memoria, y este doctor, que se llamaba Franklin Aravena (siempre me acuerdo el nombre porque era muy cuático) me dice: “mira un ejercicio para no perder la memoria es escribir”, y me obsesioné con empezar a escribir y a tomar apuntes de todo lo que me pasaba. Iba al cine a ver una película, y, como no dibujaba tan bien como mis amigos, decidí escribir los resumenes de las películas, leía un libro que me habían prestado que no era mío o que yo tenía que devolver a la biblioteca, y escribía de qué se trataba para que no se me olvidara, tenía cuadernos donde escribía. Y así me empezó a gustar escribir, y a los 13 años cuando estaba en segundo medio, empecé a ganar concursos de cuentos locales, no de poesía porque nunca fui bueno para la poesía, pero cuentos como de composición del “Mes del mar”, composición del Origen de Victoria, esas cosas las ganaba, hasta que en segundo medio gané un concurso nacional del Año Internacional del Espacio, y haber ganado ese concurso me metió en la cabeza que yo me tenía que dedicar a escribir y ahí decidí estudiar periodismo. Y cuando estaba en primer año de Periodismo en Temuco, mandé el manuscrito del libro 60 kilómetros para un concurso y gané. Entonces mi primer libro profesional lo publiqué cuando estaba en segundo año de Periodismo, todo fue en paralelo. Y ahí me demoré en escribir y publiqué Disfrazados, esa novela que se republicó este año, pero la publiqué originalmante en la Biblioteca Nacional, en los talleres. Y cuando me vine a Santiago, la razón por la que me vine a Santiago, era para tomar talleres literarios. Había publicado 60 kilómetros cuando estaba en Temuco, y fue el año 93′, en pleno boom de la Nueva Narrativa Chilena. Entonces me empezó a llamar mucha gente, yo era un anónimo, alguien que no existía, y me llamaba gente que yo leía, como Alberto Fuguet, Antonio Skármeta, Carlos Franz y Andrea Maturana. Y en eso, Skármeta me invita al taller de Heinrich Böll del Goethe Institute, pero para tomar ese taller tenía que estar en Santiago, entonces esa fue la razón por la cual me vine a Santiago, para tomar talleres literarios. Y tomé el con Antonio Skármeta, Poli Délano y Carlos Franz, así fue mi educación tallerística.
¿Cómo puede un niño de Victoria transformarse en un Best Seller editorial? ¿cómo se construye ese camino?
¿Qué es lo que es ser escritor profesional? Creo que mi educación literaria tiene que ver principalmente con los talleres que hice y con la gente con la que me formé: Antonio Skármeta y Marco Antonio de la Parra en el Goethe Institute. Después estuve en paralelo, en la Zona de Contacto con Sergio Gómez y Alberto Fuguet, después un taller de cuentos con Poli Délano, los talleres de la Biblioteca Nacional que eran con José Donoso, Carlos Franz y un año con Carlos Cerda. El año 94’, 95’, 96’ y 97’, esos cuatro estuve en talleres literarios, en los cuales curiosamente estuve con la misma gente, íbamos pasando de taller en taller, ahí estaba Nona Fernández, Alejandra Costamagna, Marcelo Leonart, Cristián Jiménez (director de cine), Andrea Jeftanovic, María José Viera- Gallo, Hernán Rodríguez Matte, gente que hoy está publicando. Ahí conocí a todo este grupo, de alguna manera los que vinimos después de la Nueva Narrativa Chilena y que tomamos talleres con los autores de la Nueva Narrativa Chilena. Esos cuatro años del 94’ al 97’ en los talleres literarios del Goethe, la SECH y después la Biblioteca Nacional, ese fue mi aprendizaje literario.
¿Y cómo fue después profesionalizarlo? ¿cuando llegó tu primera publicación en una editorial?
Es que la primera publicación en una editorial fue 60 kilómetros, que fue en la editorial Los Andes, que es una editorial chica, que era de Sebastián Piñera. Se publicó ese libro y después yo estaba en la universidad y empecé a tomar talleres literarios y dejé de obsesionarme con publicar, quería aprender, quería escribir mejor. El segundo libro fue Disfrazados, que es un libro que se publicó por los talleres de la Biblioteca Nacional el 97′, que ahora está reeditado por una editorial chica que se llama Aurea. Pero lo que hice después fue publicar cuentos en varias antologías. Bueno, también mandaba a concursos, gané algunos FONDART y fui finalista del concurso de revista Paula. Entonces aparecía en libros, había uno que se llamaba Música Ligera que armó Antonio Skármeta con varios autores jóvenes, Cuentos Inconclusos que era de editorial Alfaguara. Empecé a parecer en muchas antologías entre el 97′ y el 2004, más o menos. Y el 2004 ya estaba trabajando de periodista, en la Revista Muy Interesante y ese año lo que hice fue que me metí en la escritura del guión de la película Se Arrienda de Alberto Fuguet. Y me llama Gabriel Sandoval, editor de Planeta. Mira yo a Planeta le había mandado un manuscrito de una novela, de una novela que está inédita, y Gabriel me dice que le gustó, más que la novela, le gustó el personaje. Entonces me propone una idea de hacer un thriller en Chile, un género que no se hacía en nuestro país de hecho, justo había salido como el Código Da Vinci, entonces estaba como la cagada con el género del thriller, y Gabriel me dice: “¿y te atreves hacer un thriller, una novela de suspenso, con misterio?” Y a mí era un género que siempre me había interesado, y que siempre fui lector, desde chico, y me pareció que era una súper buena apuesta y un desafío profesional meterse en un género que no estaba haciendo nadie. Y ahí yo escribí el Número Kaifman para Planeta, que se publicó el 2006, y de alguna manera es cuando comienza la cosa profesional porque después del Número Kaifman, se publica Mocha Dick, 1899 y Logia, entre medio ese libro que hicimos con Jorge Baradit y con Álvaro Bisama, Chil3, y de ahí básicamente he tratado de publicar entre uno a dos libros anuales, este año publiqué cuatro porque se me juntaron un montón de libros. Pero no lo hago nunca más porque me volví loco. Pero del 2006 en adelante es cuando empieza mi carrera. Y ahí comienza, además, todo lo que es trabajo de difusión dentro del Ministerio de Cultura, ir a Ferias del libro, hacer talleres, difundir literatura en los niños, pero más o menos de ahí para adelante. Que era una época donde yo era editor y me dije: “No, yo me quiero dedicar a escribir profesionalmente y solo escribir” y el aliciente fue Mocha Dick, porque ese libro fue el primero que le fue endiabladamente bien, a nivel de ventas y premios, que me permitían tener un colchón de base.
El Número Kaifman de Francisco Ortega (2006)
Estamos inaugurando esta nueva Plataforma de las Economías Creativas que busca fomentar el desarrollo de las industrias y de la economía creativa, que contribuyen en los procesos de inserción en circuitos y servicios de circulación y difusión, para el surgimiento y fortalecimiento del emprendimiento creativo tanto a nivel local, regional, nacional e internacional ¿En ese sentido ¿cómo se ha mezclado tu carrera y trabajo con el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio?
Yo creo que ha ido súper de la mano y qué bueno que estén tratando de armar un proyecto de industria cultura y economía cultural porque estamos viviendo en un momento de crisis, de crisis económica y de salud y lo que ha salvado al mundo de la crisis es la cultura y el arte. El cine despega como industria después de la crisis del 10′. La literatura popular, todo lo que llamamos el Pulp, el cómic, el best-seller surge después de la crisis del 30′ en Estados Unidos. El desarrollo del cine de género, después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué? Porque la gente necesita consumir, y si tú estás viendo lo que más hace la gente es ver series, y las series son novelas, novelas en pantalla. Y entonces hay que empezar a incentivar la cultura y el arte como una industria, una industria que a larga puede terminar siendo la más importante de un país como Chile o de economías como ésta, porque se viene la revolución de las inteligencias artificiales y lo único que no saben hacer las inteligencia artificiales es arte y cultura, así que ojo por ahí. Sobre tu pregunta, ha ido de la mano, o sea, para mí es súper importante devolver al lector lo que el lector me da, suena como “sí, devolver al lector, lo que el lector me da”. En ese sentido yo estoy súper abierto y siempre he estado muy abierto a trabajar directamente con el Ministerio o con gente asociada al Ministerio, en los Diálogos en Movimiento, en Lectores en Tránsito, en Talleres, en Ferias, también me ha tocado ir representado a Chile a hartas Ferias del Libro, en Buenos Aires, Guadalajara, Medellín, Guajaca, y todas las que hay en Chile. He trabajado full con las bibliotecas también, pero sobre todo en el programa Diálogos en Movimiento, llevo ocho años trabajando con ellos. Hasta el año pasado uno viajaba a regiones, participaba, daba talleres, daba charlas, participaba con los niños, etcétera. Ahora ya no, es todo virtual, pero para mí es súper importante y es algo que me gusta mucho hacer. Creo que Diálogos en Movimiento es de esos proyectos que ojalá creciera más. Creo que tiene todas las oportunidades de crecer ahora gracias a Zoom, porque te permite estar en todas partes al mismo tiempo.
Estás participando en Mercado Cul, una iniciativa en conjunto entre el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y la Cámara de Comercio de Santiago, que surge con el fin de activar la comercialización de productos de manufactura nacional relativos al diseño de objetos, vestuario e indumentaria, la Ilustración, las artes de la visualidad, el sector editorial y la artesanía. El objetivo es dar a conocer y activar la comercialización de productos de manufactura y creación nacional ¿Qué te parece esta iniciativa y de qué manera estás participando?
Estoy recién empezando, pero a mí me interesa más la iniciativa que hacia dónde va la cosa. Hay que empezar a levantar las industrias creativas. Las industrias creativas, que suena como súper neoliberal porque igual es un concepto súper neoliberal, y ahí se te van a tirar encima mucha gente, pero yo creo que no queda otra, o sea en el fondo, es jugar a las reglas del mercado desde lo que tú haces y desde la forma de ver el mundo. Creo que es una tremenda oportunidad para creadores de todo tipo. Para autores que vendemos, hasta autores que están recién comenzando, es una vitrina, pero, sobre todo, es una plataforma que puede ayudar a exportar lo que estamos haciendo acá. A mí me ha pasado este año una cuestión súper heavy, pero al mismo tiempo que me da un poco de rabia. En este momento estoy desarrollando junto a la productora Fábula y junto a Invercine tres series, una para HBO, una para Amazon, y una para Disney, y las tres series son de creadores chilenos, son de grupo de gente que nos juntamos y las armamos. Una de ella, está basada en uno de mis libros, y todo bien o sea no me puedo quejar, pero cuando vas a presentar el proyecto te dicen lo mismo en Amazon, en HBO y en Netflix, y en la que sea, yo he estado en zoom con todas las major, este año y siempre dicen lo mismo: “¿Y esta historia se puede trasladar a México?” porque México logró imponerse como un mercado cultural y Chile no, entonces para que se termine eso de “¿y esta historia se puede…?” Imagínate que Mocha Dick, una historia que es súper chilena, pero súper chilena, con Fábula la presentamos a Amazon, y nos dijeron, sí bacán, pero “¿esto se puede hacer en México?”, y no, no se puede hacer en México, las otras sí. Pero cuando te dicen eso, tú dices algo le pasa a Chile, Chile no se ha vendido culturalmente, más allá de Pablo Neruda, Violeta Parra y Gabriela Mistral. O sea, en Francia conocen a Francisco Coloane, pero en América y en Estados Unidos no. Entonces, hay una oportunidad de usar esta plataforma para acabar con ese juicio, de la frase ¿lo podemos hacer en México?.
En tu carrera has tenido varios roles, has sido editor, eres escritor, guionista, escribes ficción, no ficción, literatura infantil, guiones de cómic, y más ¿cómo funcionas en cada rol?
Es que yo básicamente lo que hago es escribir historias, storytelling, entonces, cuando tú escribes historias, el formato finalmente, el soporte para mí es secundario, yo entiendo que alguien que se dedica a la ficción literaria, es muy distinto porque está pensando en el lenguaje. Para mí el lenguaje es secundario, para mí la historia es lo primario, pero es mí parada porque yo estoy en una mirada de ficción comercial, no juego en la misma cancha que otros autores que son ficción literaria. Es que creo que hay que tomar opciones en la vida, o sea, si mi opción es ficción comercial esa es. Otra gente lo puede hacer mejor o lo puedo hacer peor, y en ese sentido, para mí la prioridad es la historia, es contar una buena historia, y si hay una historia que a mí me funciona mejor como guion de cine, la traslado a guión de cine. Si hay una historia que funciona mejor como novela, la desarrollo como novela o como cuento, y si hay otra que me funciona mejor como ficción infantil va para niños, y otra como cómic, va para cómic. Pero todo tiene que ver con la historia, por eso para mí la historia es lo más importante, porque teniendo la historia, teniendo el arco, teniendo los tres actos, el salto, estoy listo, porque mi cabeza funciona desde la historia no desde el lenguaje.
¿Cómo ves tu sector creativo? ¿cómo ves al sector del libro en el futuro?
Creo que hoy día estamos en crisis, las editoriales están en crisis, las editoriales grandes están en crisis, las editoriales chicas están en crisis, las librerías están crisis, sobre todo las grandes cadenas de librerías, creo que por ejemplo las librerías chicas se han reinventado mejor que las cadenas. Ahora me parece que el gran problema que tiene mi sector es que hay un miedo a venderse, a mostrarse como industria, creo que somos una industria más allá de que si alguien escribe ficción comercial o alguien escribe ficción artística. Y hay que empezar a asumir que somos una red y tratar de vendernos como productos culturales y como una alternativa cultural, lograr que el cabro chico que lee al escritor de fantasía de moda lea también escritores y escritoras chilenas de fantasía. Y en ese sentido hay que empezar a explorar otros formatos también de entrega del libro, como por ejemplo el audiolibro y el podcast. Hacer con la literatura lo que se hace con el cine, el cine se vende, se muestra y en el fondo, ahora no queda otra que hacerla uno o hacerla a través de los canales no tradicionales. Entonces, creo que ahí un tremendo desafío, el otro tema es sacarse los prejuicios sobre qué ser artista o ser vendido, no podemos seguir con esa dualidad.
¿Hay algún caso que te inspiró para escribir?
A mí siempre me ha gustado el modelo del escritor inglés Neil Gaiman, encuentro que es el escritor perfecto, porque se pasea por todos los géneros, digo por los que me interesan, porque escribe novela infantil, novela gráfica, adulta, guiones, y además es un tipo muy amable con el lector y con la prensa, es una persona que no se mantiene distante a pesar de ser una superestrella. Bueno además está casado con la mujer perfecta, tiene buena pinta, tiene un montón de cuestiones que son envidiables, yo lo odio, y quiero ser como él. Además, tiene la mejor biblioteca del mundo, pero a mí sobre todo me interesa la carrera de Gaiman, como él comenzó, también en un pueblo chico en Inglaterra, es bien parecido a mis inicios, no es que yo quiera ser como él, bueno sí, pero de alguna manera es un personaje que a mí me a inspirado mucho.
¿Qué has aprendido en estos años de carrera?
Es un continuo aprendizaje, uno siempre está aprendiendo, porque es la gracia de estar en el mundo cultural, que uno se llena de lo que dicen los amigos, lo que te dicen los colegas, lo que te dicen los editores, las experiencias que tienes cuando viajas a colegios, las experiencias que tienes cuando viajas a una Feria del Libro y conoces a autores de otras partes del mundo, que en el fondo están en una actitud muy similar a la tuya, hay una retroalimentación. Lo que más he aprendido es que no quiero parar.
¿Qué consejo podrías darles a los jóvenes que parten en esta área?
El mejor consejo del mundo es la recomendación del escritor Ray Bradbury, quien decía: “Joven ¿quieres escribir? ya. Escribe primero un cuento breve que puede ir entre una página a cinco páginas a la semana. Al año vas a tener 52 cuentos, de esos 52 cuentos al menos tres van a ser buenos.” Y el resto, es leer; si uno no lee, no escribe.