- La clave del éxito está en el talento, que se desplaza de un lugar a otro. Para atraerlo, son básicas la libertad y la calidad de vida, así que los países abiertos, diversos y tolerantes son los más exitosos
- La mano de obra ya no sigue a las empresas, sino que son las propias empresas las que siguen a la mano de obra
Con la llegada del otoño, nos toca a los profesores desempolvar los trajes académicos para conmemorar la apertura del curso universitario. Toga y birrete negros, guantes blancos y muceta del color de la facultad. Este año en una de estas ceremonias la lección magistral fue sobre la creatividad. Y el honor de dictar dicha lección recayó en un profesor que vestía de blanco porque se había doctorado en Bellas Artes y que aportó algunos guarismos para demostrar la relevancia la importancia de este atributo.
Para el profesor especializado en arte audiovisual José Cuesta, si el conjunto de actividades vinculadas a la educación, el arte, la cultura y el entretenimiento fuera un país, sería por facturación la cuarta economía mundial detrás del producto interior bruto (PIB) de Estados Unidos, China y Japón. La también conocida como ICC (industrias culturales y creativas), sería el noveno país con mayor exportación y la cuarta fuerza laboral con 144 millones de trabajadores. Y lo mejor es que sería el país del mundo con el mercado laboral más paritario, el que más empleo generaría para los jóvenes en el planeta y la nación con el mayor nivel de estudios entre sus trabajadores.
La economía creativa para el primero que la acuñó, John Howkins, es aquel sector de la economía que aglutina la generación de ideas y conocimiento. El concepto abarca la economía del conocimiento con actividades como la educación, la investigación y la innovación, pero también disciplinas como el arte, el entretenimiento, el diseño, la arquitectura, la moda, la comunicación y la gastronomía. Lo más interesante es que en estas actividades de conocimiento trabajan las bautizadas por el profesor Ricard Florida como clases creativas. Este profesor de la Universidad de Toronto considera que esta clase creativa es el principal motor económico del mundo moderno. El estrato de creadores incluye intelectuales, artistas, diseñadores y emprendedores, y las ciudades que atraen y retienen miembros que pertenecen a esta nueva clase prosperan mientras que las que no lo hacen se estancan. De acuerdo con sus conclusiones, la mano de obra ya no sigue a las empresas, sino que son las propias empresas las que siguen a la mano de obra.
Altamente móvil
Lo más novedoso del profesor Florida no es señalar que la clave del éxito está en el talento, ya que la aportación al desarrollo ya ha sido estudiada por buen número de investigadores de la doctrina económica. Lo más original es que, a diferencia del factor productivo clásico, la tierra, no constituye una simple dotación que viene dada por las características de una determinada sociedad, sino un flujo. Se trata de elementos altamente móviles que se desplazan de un lugar a otro. La clave para traer ese talento está en libertad y en la calidad de vida. De esta manera los países abiertos, diversos, respetuosos y tolerantes serán los más exitosos.
Por ello las instituciones han de priorizar estas condiciones (y no las contrarias). Los territorios pueden experimentar salidas o entradas en su stock de talento en función del atractivo respecto a sus vecinos. Algunas políticas destinadas a promover son la implantación de sistemas educativos de calidad, meritocráticos y adaptados a las necesidades del mercado. Otras buscan promover la predisposición de los individuos hacia la innovación, la asunción de riesgos y la actividad empresarial. También son muy destacadas las actuaciones para que la tecnología y la empresa se imbriquen. Por último, es imprescindible que el entorno no sólo ofrezca oportunidades académicas, profesionales o empresariales sino también personales; el talento debe sentirse a gusto y, para ello, es necesario que exista tolerancia, mentalidad abierta, oferta de ocio y entretenimiento, así como discursos públicos que dignifiquen y apoyen a estos innovadores.
En los textos de Howkins se habla indistintamente de economía creativa o economía naranja siempre que comprendan todas las actividades relacionadas con la creatividad y generen valor. Pero, con independencia de cómo le llamemos, conviene no confundir economía creativa con otras expresiones, por ejemplo, la contabilidad creativa.
Tras la reciente actualización de los datos de contabilidad nacional que tanto ha gustado al Gobierno en funciones y la exclusión de los fijos discontinuos de los datos de desempleo, muchos economistas pensamos que algo de creatividad -de la mala- hay para acabar tergiversando la información. También sería imperdonable equivocarse con otro tipo de creatividad como aquella con la que sorprendió hace poco la vicepresidenta Yolanda Diaz al acusar a los innovadores de diseñar «cohetes para escapar de la tierra» o de huir «del mundo con el metaverso» y así dejar a los pobres tirados. Qué pena porque todas estas otras «creatividades» van justo en la dirección contraria de las recomendaciones de los expertos mencionados y por tanto en alejarnos del dividendo de la economía que glosó el profesor de videojuegos en la apertura del curso académico.
Naranja es la economía que puede salvar el mercado laboral español y es también el color de la muceta que nos colocamos encima de la toga los economistas cuando nos toca usar el traje académico. Creatividad y economía unidas en un color y ojalá en un país.